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Ya casi le agarro la onda a los amigurumis.


Como dice una de mis artistas favoritas de muñecos tejidos, los japoneses quizá inventaron la palabra amigurumi pero no el crochet ni las técnicas para tejerlos. ¿Por qué digo esto? Porque en el camino para encontrar el patrón que satisfaciera las proporciones tuve que chutarme libros, tutoriales y hora para que quedara exactamente como yo quería.
Entre las inversiones compré el libro de Allison Huffman, ella es quizá la artista de amigurumis personalizados más famosa. Entre las cosas que cuenta dice que su libro puede ayudarte a crear tu propio amigurumi (lo siento vas a leer esta palabra muchas veces en este post, relax and eat sushi) pero resulta que cuando hice paso a paso, ¡lo juro honorable juzgador!, no me salió bien. Pensé que había sido mi estructura para tejer, la aguja y buéhh así me estuve tratando de encontrar al culpable de la deformidad del primer amigurumi.

Es decir, del libro de Allison tome muy buenos tips pero las instrucciones son difíciles de seguir y no salen tal cual se vende, y supongo que eso me hace solvente y no puede acusarme de piratear las medidas. En fin, estuve haciendo dibujos y escribiendo la receta que me diera ese balance entre textura, color, proporción y si acaso sazón para que no finalizar con el trago amargo de la decepción.  Así qué, ¡Eureka! lo conseguí. He creado mi propio patrón de amigurumi-persona.

Ahora viene lo más pisarrín y es que el amigurumi salga fisiquín, digo, para ver si está o no está fisquín. Y guess what? ¡Ha dado resultado!. 

A todo esto esto, se llegó el último día de escuela y quise darles un regalo único, e inigualable a las maestras, suena a anuncio de circo pero es la verdad, lo único que tuve que hacer fue memorizarme sus facciones y fijarme en cada detalle para hacerlos lo más cercano su humanidad, diría aquel.

Aquí les va algo personal; cada vez que alguien me compra un bordado que ya está hecho siento la emoción de saber que fue un artículo terminado fue escogido. Pero el clavo está cuando es un encargo y frases como...hazme a mí, hazme este, no dejan de apanicarme. Asi fue que cuando hoy le llevé los regalos a las maestras, llamé a una de mis amigas y le conté los nervios tan hijuemadres porque no sabía como iban a tomar un 'retrato en tercera dimensión'. Afortunadamente lo ánimos valieron y agarré fuerza para saber que todo iba a estar okay.

Para más inri, estuve trabajando, estudiando y tengo un horario irregular que desfiguró por completo hasta mi apetito carnal, y eso es decir mucho y entrar en terrenos densos y no aptos para este blog. Así que bueno, dejándome de 'mamadas' como dicen los mexicanos, se llegó el día y finalmente pude ver las reacciones cuando entregué los amigurumis. Fue tan increíble escuchar agradecimientos y felicitaciones, más increíble que a simple vista supieran que de qué se trataba y al final algunas fotos tomadas a la ligera porque el último día de escuela es una locura total. A continuación algunas fotos desde mi torpe ojo que aún no hace comunión con el lente. 


 Esta fue tomada en la madrugada en una de las vigilias más estresantes de mi vida como crafter.

 Aquí buscaba el color del cabello rubio de Miss Jill, que como verán no es rubio-amarillo sino más bien "bleach blonde".
 Ella es miss Jill que andubo presumiendo su amigurumi con toda la banda.

 Mrs Yang, no dejaba de mover la muñeca y pos oye, mi teléfono aún no hace el efecto de paralizar las estrecturas de las ondas en movimientos. 



Y aquí las tres, Miss Jill, Mrs Ruth and Mrs Yang. Que si bien la señora Ruth está apenas sonriendo, en persona saltaba, literalmente, de la emoción.


-Pa mi mañana nenes!

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